Un tastet de….. ‘Tres segundos’ d’Anders Roslund i Börge Hellström.

L’illa dels llibres gràcies a l’editorial RBA us ofereix un tastet dels primers capítols de la novel·la ‘Tres segundos’.

‘Massa de goma significava contenidor humà. Contenidor humà significava transport de narcòtics. Un home mort en relació amb un transport de narcòtics significava assassinat per drogues. I un assassinat per drogues significava gairebé sempre una investigación d’un munt d’hores i un munt de recursos’.

Curiosa història la dels dos autors suecs. Anders Roslund és periodista i Börge Hellström un  exconvicte  i fundador de ‘Kriminellas Revansch i Samhället (KRIS), una organizació que lluita per prevenir delictes i que ha ajudat a centenars de joves a reinsertar-se a la societat.

Aquesta parella de suecs ha captivat a la crítica amb unes novel·les molt directes i plenes d’acció.

Tres segons compta  com  a protagonista el comissari de la policia d’Estocolm, Ewert Grens, que haurà d’investigar un cas relacionat amb el tràfic de drogues.

En aquesta ocasió, el comissari Grens seguià les passes d’un ex delinqüent d’origen polonès, Piet Hoffman, que ha estat contractat per Eric Wilson, cap dels serveis secrets suecs, per infiltrar-se, sota el pseudònim de Paula, en las màfies poloneses de tràfic de drogues per tot el continent europeu.

El comissari Grens ja ha protagonitzat aquatre novel·les anteriorment. ‘La bestia’, ‘Box 21’, ‘Redemption’ i ‘The Girl Bellow the Street’

Fragment de la novel·la ‘Tres segons’:

Una hora antes de medianoche. El verano estaba en ciernes, pero la oscuridad era mayor de lo que él se había imaginado. Seguramente a causa del agua que borbotaba debajo, casi negra; una membrana que cubría algo que parecía carecer de fondo.
No le gustaban los barcos, o quizás era el mar lo que no le iba nada, siempre se pelaba de frío cuando el viento soplaba como en ese momento y la ciudad de Świnoujście desaparecía lentamente. Solía quedarse de pie con las manos fuertemente aferradas a la borda y esperar a que las casas dejaran de ser casas y se convirtieran en pequeños cuadrados que se disolvían a medida que la oscuridad que lo arropaba se hacía más densa.
Tenía veintinueve años, y miedo. Oía gente que se movía tras él, gente que también estaba en camino; una noche y unas pocas horas de sueño y se despertarían en otro país.Se inclinó hacia delante y cerró los ojos, parecía como si cada viaje fuera un poco más jodido que el anterior y su alma se hubiera vuelto tan consciente de los riesgos como su cuerpo, su mano temblorosa, la sudorosa frente y las mejillas encendidas a pesar del frío que sentía, expuesto al agresivo y cortante viento. Dentro de dos días. Dentro de dos días estaría ahí otra vez, pero de regreso, ya se habría olvidado de la promesa que se había hecho a sí mismo de no volver a hacerlo.

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