Avançament de ‘Victus’, la nova novel·la d’Albert Sánchez Piñol’

L’illa dels llibres us ofereix un avançament de la novel·la.

Albert  Sanchez Piñol publicarà el 10 d’octubre,  la novel·la Victus, ambientada durant la caiguda de Barcelona l’any 1714 a mans de les tropes de Felip V, a través dels ulls del jove Martí Zuviría, un expert en fortificacions.

La novel·la serà publicada  en castellà per l’editorial La Campana.
Albert Sánchez Piñol publicarà  la nova novel·la set anys després de Pandora al Congo, la segona part de la trilogia inicada amb La pell freda i quatre anys després de la publicació del recull de contes ‘Tretze tristos tràngols’ (2008).

L’illa dels llibres, gràcies a l’editorial La Campana,  us ofereix un avançament amb fragments de la novel·la i un extracte de l’entrevista que L’illa dels llibres va realitzar el mes de juliol a l’escriptor català.

 

 

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Lo más difícil, siempre, es empezar. ¿Cómo empezó todo? Y yo qué sé. Ha pasado casi un siglo. ¿Se dan cuenta de la enormidad de lo que acabo de decir? He dado tantas vueltas al Sol que a veces ni siquiera recuerdo el nombre de mi madre. Si tengo que escoger el momento que marcó el inicio del todo, les diré el día exacto: 5 de marzo de 1705. En esa fecha, con catorce añitos, entré en el castillo de Bazoches como alumno tutelado por el mismísimo marqués de Vauban. ¿Que quién era Vauban? Un titán y una leyenda. El hombre que había construido o remodelado las fortificaciones de trescientas plazas.

¡Trescientas! Había participado en más de ciento cincuenta acciones de guerra, mayores y menores. Y lo más hermoso y grande: el expugnador de cincuenta y tres ciudades, todas mejor defendidas que Troya. ¿Pero saben qué?  En esa época de mi vida Vauban y su filosofía poliorcética me importaban un bledo. Al hijo de un barcelonés con ciertos recursos había mil aficiones más interesantes que los rigores de la instrucción que acompañaban a los ingenieros, y además militares. ¿Por qué me quedé, pues?

 

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Y así fue como el pocapena de Martí Zuviría se vio metido en el embrollo más grande del siglo, la llamada guerra de Sucesión Española. La mayor guerra que el mundo haya conocido. Implicó a docenas de naciones, que durante un cuarto de siglo batallaron por varios continentes. Me falta la autoridad del historiador para pontificar sobre sus causas, pero al tratarse de un fenómeno tan vasto, y que me afectó tan decisivamente, no tengo más remedio que esbozar los hechos principales. No sufran, seré breve.

En el año 1700 moría el emperador Carlos II de España, un engendro de la naturaleza, un fardo babeante que si no hubiera sido rey se habría pasado la vida encerrado en algún monasterio. Sus súbditos castellanos lo llamaban «el Hechizado». Yo no sería tan piadoso, así que dejémoslo en «el Tarado». No tuvo descendencia. ¿Cómo iba a engendrarla? Estaba tan mal de la azotea que debió de morirse sin saber que ese rabanito que cuelga entre las piernas sirve para algo más que para hacer pipí. Todos los reyes, por definición, son unos tarados o acaban siéndolo. El único debate es saber si para sus súbditos es mejor que los gobierne un tonto de culo o un hijo de puta. De joven yo era partidario de los tontos, porque al menos se conforman con comer faisán y dejan en paz a la gente.

El Tarado, por ejemplo, fue muy lamentado en Castilla pero muy popular en Cataluña. ¿Por qué? Pues porque no hizo nada de nada. Su atrofia cerebral era un reflejo de Castilla y de su imperio coagulado. A los catalanes ya les iba bien. Cuanto menos gobierne un rey y más lejos esté, pues tanto mejor.

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Entrevista: Albert Sánchez Piñol parla de ‘Victus’ a L’illa dels llibres